Dicen que formamos parte del universo. Como una molécula pequeñita de polvo, nada más, pero somos parte de él. Dicen que llegamos condicionados por el lugar. El país donde nacemos nos otorga una cultura, unas tradiciones, una lengua, un estatus social incluso. Dicen que la tierra tiene millones de años, y en un fragmento de este tiempo, mas pequeño que un segundo, pasamos nosotros, en ese instante que hemos venido a llamar vida. Y después de esta introducción pienso yo: Si solo estamos aquí un rato ¿para qué nos complicamos tanto la vida?. Si, sé que últimamente estoy un poco negativo con el entorno, dándole vueltas al mundo como si de mi dependiera que girara, pero es que no lo puedo evitar. Veo todo raro, y no hablo de política que me ciego...
Las personas van cada una a su rollo, con un individualismo casi enfermizo. No tenemos tiempo para nada, solo para trabajar. Hoy en día el mas estresado es el triunfador. El despiadado que pisa a cualquiera para llegar la cima, es el rey.
¿Dónde quedaron otros valores? La amistad por ejemplo. Por suerte tengo grandes amigos, siempre a mi lado para cualquier cosa, pero que difícil es que surja alguno más. Todo el mundo esta a lo suyo.
Queremos tener todo regulado, con leyes que marquen hasta el ritmo de nuestros pasos: No fumes, no bebas, no salgas, no te drogues, no comas alimentos transgénicos, haz deporte, come pescado fruta y conservas: es un consejo del gobierno de España. !Pero si nos vamos a morir igual, dejadme que coma lo que quiera!
Poderoso caballero es Don Dinero. Esa la otra. La avaricia. Tanto tienes tanto vales. A mí me
suele dar vergüenza decir mi sueldo, porque después de toda una vida de trabajo, todo el mundo (hasta el más desgraciado) gana más que yo. Así que ahora prefiero mentir y decir que gano todavía menos de lo que gano (que ya es decir), siguiendo los consejos de mi madre que siempre ha dicho “hijo mío, mejor que te tengan lástima a que te tenga envida, que la envidia es carrera del diablo”, y las madres nunca mienten.
suele dar vergüenza decir mi sueldo, porque después de toda una vida de trabajo, todo el mundo (hasta el más desgraciado) gana más que yo. Así que ahora prefiero mentir y decir que gano todavía menos de lo que gano (que ya es decir), siguiendo los consejos de mi madre que siempre ha dicho “hijo mío, mejor que te tengan lástima a que te tenga envida, que la envidia es carrera del diablo”, y las madres nunca mienten.Hoy en día no es una gran persona el que hace algo por la humanidad, inventa una vacuna que cura el SIDA o simplemente dedica unas horas de su tiempo a acompañar ancianos o a atender a sus padres. No, el triunfador es el que gana mucho. El que tiene un Iphone ( que por cierto, como me gusta ese móvil)o el que trabaja de las 24 horas, 23 y media. Aunque su vida sea una mierda (con perdón), el que tiene una casa más grande, un coche mejor, una vida de aparente lujo.
STOP. Vamos a parar a seco. Frena, me digo. Mira el mundo. No es que yo me haya convertido en un místico anacoreta, alejado de la realidad. Me gusta el mundo y lo que hay. Es que creo que hemos dejado de mirar las cosas sencillas, esas que si te dan felicidad: La llamada de alguien que no esperabas, el apoyo en un momento duro, una comida familiar, un poco más de humanidad, la empatía, el ponerse en lugar de el otro. (también el Iphone, porque no).
Siempre he pensado que cada persona es única, cada ser humano que tenemos ocasión de conocer es un regalo, una joya que se nos entrega para cuidarla y respetarla y, por qué no, hacerla parte de nuestras vidas.
Hagámoslo, no es tan difícil. Miremos un poco más por las personas, que si algo queda de nosotros cuando nos hayamos ido será solo el amor que aquí dejemos. Y el mundo, en ese corto espacio de tiempo que en el habitamos será, seguramente, un poquito mejor.
(Perdón si me pasé de misticismo, pero es que estamos a Jueves y me acabo de comprar un Iphone.)


Observé que la mayoría databan de principios de siglo. Me recreé en las esculturas de ángeles que son las que más me gustan. La mañana estaba lluviosa y oscura lo cual favorece a estos lugares. De este patio pasé a otro atravesando una pequeña capilla y de allí a otro hasta no saber muy bien donde me encontraba. La lápidas están muy juntas sin apenas dejar pasillo entre ellas, y los cipreses cobijan precioso panteones y desgastadas esculturas de mármol. Allí descansan aparte del ya mencionado Fernadez Villaverde, los condes de Montijo, padres de Eugenia de Montijo.










Se accede al lugar rodeado de altísimas paredes de nichos, con inscripciones de lo más variopintas. Mis compañeros me explicaron que el ayuntamiento instó a los familiares a que las inscripciones gozaran de cierta originalidad, y sin duda la tienen. Tras superar estos pasillos, algo
