domingo, 16 de agosto de 2009

El camino de Santiago 2009

LUNES, 3 DE AGOSTO DE 2009
   
Comenzamos el camino de santiago en Ponferrada. Bueno en realidad solo llegamos a Ponferrada para comenzarlo al día siguiente. El viaje fue largo, muy largo. Para algo menos de 400km hemos tardado 5 horas. Por el camino el autobús paró para que comiéramos. Pepe traía preparados unos bocadillos de tortilla, mi comida preferida que estaban buenísimos. En la estación hemos visto a una señora mayor pidiendo para comer, y nos ha dado tanta pena que le hemos dado uno; después hemos pensado que tal vez no se lo comería y lo tiraría, así que me ido a hablar con ella, y me ha asegurado que se lo iba a comer. Hemos iniciado el camino con el propósito claro de ser mejores y por algo hay que empezar. Además la mujer parecía honesta y en el camino dicen que todo lo que se da se recibe y que todo se trata de compartir.
A Ponferrada hemos llegado sobre las cuatro de la tarde. Cogimos las mochilas, que pesan un montón y comenzamos a andar hacia el hotel. Hacia calor.
El hotel se llama “del temple” y todo es artificialmente medieval, con armaduras y mucha piedra como si fuera un castillo, pero la primera impresión ha sido buena. No obstante la señorita de recepción ha sido la primera mujer desagradable del camino, que no la ultima por desgracia. No nos ha saludado, ni nos ha mirado, asi que hemos supuesto que ella también era medieval y que se regia por la educación de la época.
Dejamos todo en la habitación triple que habíamos reservado y nos fuimos a ver la ciudad. Primero una cerveza en una terraza donde una oronda señora nos atendido amablemente pero mal, trayéndonos lo que no habíamos pedido, luego hemos visitado un castillo que como era lunes no hemos podido entrar y la parte antigua de la ciudad, que es pequeña pero interesante. Lo que mas me ha llamado la atención han sido los tejados de las casas, todos negros.
Tito ha dejado de fumar y yo medio me lo creo aun. De momento esta cumpliendo aunque se que dentro de un rato se estará acordando del tabaco. En fin, la esperanza es lo último que se pierde.
Como nos han dado las seis de la tarde, hemos comido en un bar que ponían bocadillos y que los camareros eran dos niños, o eso parecía. La chica era maja y todo el rato decía cosas como “que quieres rey”, o “ya te lo pongo cielo”, algo que por regla general me empalaga bastante pero que en ella me ha resultado simpático.
No hemos alargado mas la tarde, conscientes de que a partir de mañana vamos a andar mucho, solo hemos ido pepe y yo a una tienda donde una china repetía lo que decían los clientes y poco más. A las 10 de la noche estábamos durmiendo. Mañana comenzamos a caminar.


MARTES, 4 DE AGOSTO DE 2009
 
El despertador nos ha levantado a las 6 en punto de la mañana con la certeza de que tal vez sea el último día de unos cuantos que durmamos sobre un colchón y unas sabanas.
Hacia frió y caminamos con el ánimo aun en alza y sueño hasta en los talones de los pies. Estábamos como locos por desayunar y en todo Ponferrada y a esas horas parecía misión imposible. Finalmente, ya a las afueras de la ciudad y después de hacer la primera trampa (un hombre nos indicó que podríamos ahorrar cuatro Km. si nos metíamos por otra calle), hemos encontrado un bar donde tomar café. A mi no me convencía porque mas que un bar parecía un after, con luces de neon y unos cuantos moteros en la barra. Algo raro, pero nos atendieron bien y hasta nos han regalado un mini bollo. Cuando terminamos de desayunar continuamos andando sin un rumbo claro, porque por aquel atajo no indicaba el camino de santiago por ningún lado así que hemos puesto el GPS del móvil y nos ha ido llevando por entre chalet y campos hasta que hemos encontrado el primer indicados del camino. Nos ha hecho tanta ilusión que lo hemos grabado en video y nos hemos hecho una foto junto a el.
Ya había amanecido y nada mas incorporarnos al camino, nos han empezado a adelantar un montón de peregrinos. Todos iban demasiado rápido y nos saludaban con una frase que íbamos a oír durante los 200 Km. restantes: “buen camino”. Lo único que no entendíamos es porque iban tan rápido, ¿no es el camino disfrutar del paisaje?
Nosotros a nuestro ritmo lento íbamos parando en todos lo parajes que comenzábamos a descubrir. Me llamó la atención el olor del amanecer y el campo, un aroma que hacia años que no disfrutaba. Olor a tierra húmeda y hierba.
El paisaje castellano lleno de pequeños huertos y campos de vid nos gustó, y nos fue animando. El sol comenzó a calentar más de lo deseado.
Atravesamos un pueblo llamado Colúmbrianos y otro que se llamaba fuentes nuevas, tan pequeños que no sabíamos si eran aldeas o un par de casas juntas, después cruzamos un gran campo de vides que se perdían en el horizonte. Y el paisaje empezó a mejorar. Tito se empeñaba en probar todas las frutas demasiado verdes que se iba encontrando. Al llegar a Cacabelos el cansancio comenzó a mellar las piernas. Atravesamos un albergue casi vació, y entre Pieros y villafranca, en medio de un campo de frutales paramos a tomar un refresco en un lugar que no era ni casa, ni bar ni chavola, ni nada. Tres niños atendían el local, bajo la atenta mirada de una señora que desde un huerto cercano los miraba y los regañaba todo el rato a voces. Nosotros tres éramos los únicos clientes. Hicimos un último esfuerzo y llegamos a Villafranca. Estábamos tan cansados que los últimos Km. nos parecían que se multiplicaban por tres.
Nuestra intención era terminar el día en Villafranca pero al llegar comprendimos porque la gente corría tanto. Los albergues estaban todos a rebosar y hasta los hoteles estaban completos. No podíamos pensar en nada porque estabamos agotados tras 20 km andando, así que nos sentamos a comer en un restaurante nuestro primer menú peregrino. Tito y yo preguntamos y nos dijeron que en un colegio cercano nos podíamos alojar, pero al llegar allí y ver tanta gente cambiamos de idea y decidimos continuar al pueblo siguiente, once km mas después de comer.
No nos sentíamos capaces de hacerlo pero nuestras piernas nos llevaron por arte de magia hasta el siguiente lugar, un pequeño pueblo llamada Trabadelo, donde un hospitalero hippie nos recibió y nos dio una litera por seis euros.
El albergue privado estaba muy bien. Nos instalamos en una habitación junto a unos alemanes, lavamos la ropa y nos sentamos a descansar.
En el albergue conocimos a Carlos, un chico de Madrid que hacia el camino por tercera vez solo y en bici (que valor), y a Raquel, una catalana encantadora.
Tras descansar unos minutos salimos a ver el pueblo, tan pequeño que lo recorrimos en 5 minutos.
Al volver, la madre de los chicos alemanes de la habitación había cocinado pasta con nata y maíz, pero había hecho tanta que estaba cenando todo el albergue de ella; nos ofreció y nos la comimos. Eran las 9 de la noche y decidimos quedarnos en la cocina viendo televisión. A los pocos minutos llegaros dos chicos, Marta y Rafa, el de Madrid y ella Gallega, enseguida nos pusimos a hablar y resultó que el salía por los mismo sitios que nosotros. También hacían el camino en bici, y si no hubiera sido por que al día siguiente teníamos que madrugar seguro que nos hubieran dado las 3 de la mañana de charla, pero a las diez y media cortamos y nos fuimos a la cama. Los alemanes ya estaban durmiendo.

MIERCOLES, 3 DE AGOSTO DE 2009

La noche transcurrió bien. Era la primera vez en mi vida que dormía en saco, sobre cama pero en saco y este me resulto cálido (tal vez por el cansancio).
Eran las seis y media cuando sonó el despertador de Pepe. Los alemanes ya se habían levantado y ni siquiera nos habíamos enterado y en la habitación solo quedaba una chica envuelta en su saco.
A mí aun no me dolía nada del cuerpo. Desayunamos en un bar cercano, donde estaba también Raquel, la catalana y comenzamos a andar. Nos habían comentado que la etapa del día iba a ser dura. Cruzábamos del Bierzo a Galicia por montaña.
Primeramente caminamos un tramo al borde de la carretera bordeada de arroyos de agua clara, y peregrinos que como siempre nos adelantaban a velocidad de vértigo para ir andando.
En la primera aldea que encontramos, tras abandonar la carretera, vimos una casa donde una señora y su madre vendían en la puerta conchas de vieras, identificación del peregrino, y como aun no la llevábamos nos compramos una cada uno y la colgamos de la mochila. La niebla comenzó a espesar a partir de la siguiente aldea. Olimos a pan de leña o a bollería casera y encontramos como si fuera en el sótano de una casa, un horno que nos despertó el apetito, así que paramos a desayunar. El aroma era mejor que lo que ofrecía y finalmente no nos quedamos.
Nos saludaron dos matrimonios de Murcia (los viejunos) y Carlos el de la bici; nos saludaron y nos adelantaron claro, hasta que llegamos a otro bar.
Lo atendía una mujer de unos 40 años que parecía lesbiana y su madre que solo hacia las tostadas, lo único que ofrecían para desayunar; así que tomamos café con leche y tostadas, no había otra cosa. A los pocos minutos apareció Raquel, la catalana que sistemáticamente nos la encontrábamos por todos los sitios.
La camarera lesbiana nos atendió amablemente pero nos cobro 3 euros por desayuno lo que nos pareció excesivo para un café con tostadas. En el bar había un gatito pequeño y nos contó que una peregrina lo había abandonado allí y habían decidido cuidarlo ellas.
Cuando salimos del bar, ya con el sol en lo alto, una chica dominicana que parecía de aquel pueblo gritaba a un campesino que ella quería estar en el caribe. Lo decía de broma pero en serio. Caminamos con ella hasta la salida del pueblo y nos comento que para O Cebreiro quedaban unos 7 km pero muy empinados y duros.
Y así fue, todo en cuesta. Primeramente atravesamos un pequeño pueblo más, todo el circundado de agua. Los arroyos venían de varios sitios y se colaban hasta en los huertos.
El camino era de piedra, como si antes hubiesen transcurrido por allí un arroyo, porque la piedra estaba como pulida. Los árboles cubrían el paso proporcionando una agradable sombra. Tres señoras francesas nos ofrecieron caramelos y nos preguntaron si quedaba mucho para llegar.
El camino se inclinaba cada vez, pero el paisaje era tan bello que a veces parecía irreal. Verde y agua. Naturaleza que a pesar de ser transitada a diario parecía salvaje. Árboles vencidos sobre otros, el sonido del agua que no se podía ver pero si escuchar. Andamos unos tres km más por la pendiente y agotados del esfuerzo nos sentamos en una piedra a descansar. Un señor de mediana edad nos contó que era de Alicante y estuvimos hablando un rato sobre su tierra (y casi la mía). Luego nos aconsejó dos cosas: que comiéramos pulpo en O cebreiro donde había una feria, y que andáramos el camino como viejos para llegar como jóvenes a Santiago. El consejo estaba bien pero no era necesario porque así lo estábamos haciendo.
Continuamos hasta otra aldea y seguimos subiendo. Detrás de cada curva creímos que estaba el destino pero no era así. Tito se adelanto y pepe y yo nos quedamos atrás. Poco después le encontramos bebiendo una coca cola que había comprado con un euro que le habían dado las tres señoras francesas.
A todos nos empezaban a fallar las fuerzas, pero a Pepe en especial. Comencé a andar y animado por el paisaje o el apóstol avancé rápido, con los cascos puestos hasta Cebreiro. Cuando llegué allí estaba tan cansado que me tumbé junto a una tapia a esperarlos.
O Cebreiro es una pequeña aldea de piedra que solo tiene una calle principal bordeada de tiendas de regalos y restaurantes, un albergue (lleno, por supuesto) y unas vistas espectaculares.
Estábamos tan cansados y teníamos tanta hambre que el primer sitio que encontramos nos metimos a comer otro menú peregrino. En la mesa de al lado como por arte de magia apareció Raquel la chica catalana, que la invitamos a sentarse con nosotros.
Raquel es una chica estupenda, divertida, de buena conversación y mucha positividad. Me hubiera gustado conocerla más. Nos contó que le había dejado la mochila a un taxista de Trabadelo para poder hacer la etapa sin ella y subir mejor y que ahora le estaba esperando para que la trasladara al siguiente pueblo, Fonfria.
A nosotros, agotados, se nos abrieron los ojos. ¿Y si nos vamos con ella?. Primero planteamos que se llevara nuestras mochilas, luego si nos íbamos con ella, pero al final yo decidí no hacer trampas y seguir caminando los 12 km que faltaban, Tito dijo que se quedaba conmigo y Pepe Tambien. Nos tocaba continuar como estaba previsto, pero Raquel se llevó nuestras mochilas.
Cuando se marchó Raquel y nuestras mochilas, intentamos dormir un rato en el césped del albergue, pero al no poder continuamos andando.
Primero por carretera; mas de cuatro km hasta llegar al alto de San Roque donde una enorme escultura al peregrino nos recibió con unas vistas espectaculares sobre las montañas. Luego andamos más km y paramos en un pequeño pueblo llamado Hospital de la Condesa a tomar una cerveza. El bar estaba lleno de gente y de moscas, así que no aguantamos mucho. Atravesamos un cementerio abandonado, varias aldeas de dos casas y una iglesia hasta el alto do poio y de allí tan solo nos quedaban ya 3 km hasta Fonfria.
Yo estaba totalmente agotado y me costaba cada paso que daba. Realmente me encontraba mal y pensé que no podía dar ni una paso mas. Creo que fueron los 3 km más largos de todo el viaje.
Al llegar al albergue privado me tumbé en la cama de la habitación sin poder ni respirar. Tenia sueño y frío y me encontraba como cuando estas resfriado. El pueblo olía a vaca y cerdos y estaba lleno de moscas, pero a mi aquella cama me pareció como la de un hotel de 5 estrellas. Tardé unos minutos hasta que me levante a ducharme. Estaba tan cansado y tenía tantas ampollas en los pies que dudé que al día siguiente pudiera continuar. Pero tras la ducha y un rato de descanso fuimos a cenar al único bar que había.
La señora nos ofreció una tortilla de patata con pimientos, no muy buena, pero que nos comimos con gusto. Nos sentamos en la mesa con otro señor de mediana edad y algo bebido que tenia pinta de granjero, y nos miraba raro. De repente nos dijo que era reportero y que estaba haciendo un reportaje. Le preguntamos que de que y nos dijo que no nos lo podía decir. Era todo un poco surrealista pero estábamos tan cansados que no le hicimos mucho caso. Nos hacia preguntas muy raras, como que si nos gustaba magdalena Álvarez y cosas así.
Nos comimos la tortilla y nos fuimos al albergue. Mas o menos sobre las nueve estábamos durmiendo.

JUEVES, 4 DE AGOSTO DE 2009

Nos levantamos alrededor de las 6 de la mañana y ya estaba todo el albergue en pie. A mi me dolía todo. Tenía agujetas en las piernas y los pies estaban como rígidos, sin articulaciones. Desayunamos lo de todos los días y otra vez a tres euros el desayuno y comenzamos a andar. Algunos peregrinos habían pasado la noche al raso por falta de alojamiento, nosotros como habíamos sido previsores, teníamos ya casi todo reservado. Pensar en dormir en el suelo después de una jornada era demasiada penitencia.
Según salimos del pueblo comenzó, bajo mi criterio, la etapa mas bonita de todo el camino. La primera parte, unos cinco km transcurrían por un camino de tierra y piedra, desde donde, si no hiciera niebla, se hubiera podido ver un enorme valle y muchas vacas. El sol no se veía ni sentía, algo que agradecimos. Nos cruzamos con los matrimonios viejunos, o más bien nos cruzaron ellos y continuamos. Todo el trayecto estaba salpicado por pequeñas aldeas de piedra, establos, y huertos. La humedad era tan intensa que parecía como si lloviera.
Comenzamos a descender tras atravesar una aldea. La pendiente era fuerte y el trayecto largo, por lo que los dedos de los pies presionaban todo el rato contra la zapatilla. Me hice daño y en un establo cercano donde tito nos esperaba a pepe y a mí, me cambie la zapatilla por unas sandalias, pero me deje los calcetines. Pensé que aquí se pierde la vergüenza, ya que yo no salgo ni a tirar la basura en Madrid con esas trazas. Caminamos un poco más hasta Triacastela, el primer pueblo algo más grande y justo a la hora de desayunar.
El bar estaba atendido por otra señora desagradable que apenas ni miraba y que además tenia el local repleto de carteles de buen rollo, con mensajes tipo “sonríe, que es mejor” o “la amabilidad es gratis”. Increíble.
Mientras esta lenta señora nos atenida me dio tiempo a ir a una farmacia a comprar alcohol de romero, recomendación de los viejunos para el dolor muscular.
Era el primer bar en todo el viaje que tenía algo más que tostadas así que aprovechamos para comer bollos y llenarnos de glucosa el cuerpo. También encontramos un cajero automático y aproveche para sacar dinero.
En Triacastela, el camino se dividía en dos: uno por San Xil y otro por Samos, y en el cruce un cartel con un texto que fotografiamos porque llenaba de optimismo.

En samos hay un monasterio benedictino que ofrece alojamiento a los peregrinos. Llamamos y nos dijo un monje que no había problema, que cama conseguíamos seguro. Así que tras decidir este camino, que además era 7 km más largo que el otro, continuamos hacia allá.
Esta jornada estaba resultando la mas bonita de todas, pero incomparable con lo que aun nos quedaba. El camino se introducía por un bosque de altos árboles, atravesaba aldeas que parecían sacadas de cuentos, llanuras verdes y arroyos cristalinos. Puentes de piedra y establos abandonados, verde y más verde. La más bonita estampa que he visto nunca. Aun así, las piernas nuevamente cansadas.
Nos encontramos con pocos peregrinos, porque parece que la mayoría habían escogido la ruta por San Xil, lo cual agradecimos. Al llegar a lo alto de una montaña, tras algo menos de 10 km de belleza, vimos el enorme monasterio de Samos. Una joya arquitectónica perdida entre las montañas y que luego visitaríamos por dentro.
Cojeando llegamos hasta el albergue benedictino, donde nos permitieron dejar las mochilas pero no registrarnos ya que el hospitalero había marchado y hasta las 3 no volvía. El albergue era una gran sala con unas 80 literas y estaba abarrotado de mochilas.
Cruzamos justo enfrente a comer y preguntamos a la chica si albergaban. Nos enseño una bonita habitación doble y la posibilidad de incluir un colchón más, así que no lo dudamos. Mientras comíamos vimos por la ventana a los peregrinos discutir para entrar albergue del monasterio y pensamos que habíamos hecho bien. Recogimos nuestras mochilas y hasta el hospitalero nos felicito por la opción escogida. Estuvimos comentando que a algunos peregrinos-turistas, se les olvida el significado del camino. Los albergues son gratuitos, y los pone la iglesia católica al servicio y para acomodar peregrinos, sin embargo la gente exige unos derechos que no tiene. En fin, esa es la diferencia entre peregrino y turista.
Tras comer descansamos durante algo más de una hora y decidimos ir a visitar el monasterio. Tito prefirió seguir tumbado así que nos fuimos pepe y yo. En la tienda me compre una cruz de madera y le regale otra a Pepe, tan reacio como siempre a ponérsela.
Apareció José Luis, el monje benedictino que nos iba a guiar en la vista. La verdad es que salvo por los hábitos cualquiera diría que era monje, porque aquel señor era un cruce entre Moncho borrajo y un monologista. Nos enseño el monasterio con un humor e ironía inigualable, lo cual nos hizo aun mas interesante la visita. Decididamente algún día me haré monje.
El claustro en la parte superior tenía pinturas con escenas de la vida de San Bernardo, hechas por un cartelista de Madrid, y en las caras haba plasmado las de Sofía Loren o Richard Burton.
Tras mas o menos una hora de agradable visita, sellamos las credenciales y recogimos a Tito.
Tito y yo decidimos asistir a un oficio religioso que se celebraba, pero al ser cantado y en latín, no aguantamos ni cinco minutos y decidimos visitar los alrededores. Todo increíblemente bonito, donde nuevamente arroyos, puentes y hasta una capilla prerrománica nos encandilo casi hasta la cena.
En el albergue conseguimos un enorme bastón para tito con el que peregrino hasta santiago, cenamos ligero y nos acostamos.

VIERNES, 5 DE AGOSTO DE 2009

Salimos de Samos temprano y comenzamos a caminar. Como siempre al principio se suele ir por carretera pero en algo menos de 2 Km. cogimos en camino por el bosque. Íbamos prácticamente solos, seguí nublado pero sin niebla y vimos las montañas al fondo, temiendo tener que atravesarlas también. Nos llamo la atención en este tramo, los árboles de corteza verdosa de donde brotaban helechos.
Como ya llevábamos varios días andando, las conversaciones se iban agotando y cada vez caminábamos algo más rápido y en silencio. Cuando me desanimaba me ponía algo de música relajante y entraba como en una especie de trance místico que me guiaba casi sin pensar por el camino.
Descubrimos una casa con piscina, la primera en todo el viaje porque parece ser que allí no hace falta refrescarse y tito se asomo a través de las vallas para ver dentro, piso en una acequia, resbaló y cayo sobre ortigas. Al instante le salieron pequeñas erupciones por las piernas y los brazos que recomendamos que no se rascara.
El habito de los días anteriores nos hacia caminar cada vez mejor, así que casi sin darnos cuenta llegamos a un pequeño pueblo con un bar. Al entrar y pedir vimos que por la puerta pasaban una manada de vacas completamente locas, y los dueños dándoles con las varas. Pensé que si no hubiéramos entrado al bar, nos las hubiéramos encontrado seguro, con el miedo que me dan a mi las vacas. El camarero, un claro lugareño nos aseguro que las vacas no hacen nada y que el se había criado entre ellas (no cabía duda desde luego).
Pepe y Tito tomaron un bocadillo pero yo preferí café y tostadas. Apareció en el bar una pareja de peregrinos equipados con GPS y otras modernidades que nos aseguraron que para llegar a sarria faltaban al menos 8 Km., lo que nos desanimo bastante. Menos mal que a pesar de todo su equipo están equivocados y tan solo faltaba algo menos de 4.
Tito comenzó a caminar rápido y pepe y yo nos quedamos atrás, hablando sin prisas, Sarria se divisiva mas cerca que lejos.
Nada mas entrar en la ciudad nos sentimos raros. Era la primera en varios días que tenia coches y semáforos y gente y muchos comercios y estábamos como locos por salir de allí. En una oficina de información una eficiente chica nos dio un listado de albergues y alojamientos y nos informo que sarria es punto de origen de muchos peregrinos que a partir de aquí encontrar alojamiento por casualidad es casi imposible. Así que en la misma puerta llamamos por teléfono a varios sitios y conseguimos reservar en Mercadoiro, a 17 Km. de Sarria. Era temprano y teníamos casi todo el día por delante.
En sarria visitamos una capilla donde nos sellaron las credenciales, cruzamos unas escaleras de piedra y salimos por una empinada cuesta donde probamos las ciruelas que daban los árboles. En un par de Km. volvimos al campo. Atravesamos frondosos maizales y lugares extraños donde en un rincón perdido en medio de la montaña había una maquina de coca cola.
Tito y yo tuvimos la primera discusión de las vacaciones por culpa de una tirita para una ampolla, y a consecuencia caminó tan rápido que le perdimos de vista. Unos Km. más adelante nos esperaba en un jardín de una casa.
Paramos a comer agotados de todo el trayecto cuando nos quedaban algo menos de 9 Km. para llegar a mercadoiro. Era un lugar donde solo ponían hamburguesas y platos combinados y que nos salio demasiado caro para lo que comimos; además nada mas terminar de comer nos echaron a todos con la excusa de que tenían cerrar, así que en un prado nos extendimos la colchoneta en el suelo y descansamos un rato. Pepe, tan ansioso como siempre prefirió no parar y seguir andando.
Tan solo conseguimos descansar algo más de 30 minutos, el cielo se estaba nublando y temimos que comenzara a llover. El camino era de tierra firme y resultaba cómodo andar, a pesar del cansancio. Atravesamos valles y llegamos al Km. 100, un mojón repleto de pintadas y piedras que depositan los peregrinos. Luego atravesamos una pequeña ermita abierta con una imagen de un sagrado corazón que tenia en su regazo una lata de coca cola, y una virgen que parecía apresada entre rejas. Había un montón de papeles y piedras de peregrinos con agradamientos o dedicatorias. Me dio un poco de mal rollo y aunque intente poner algo en la pared con un boli, este no quiso pintar.
Pepe nos esperó algo mas adelante cuando tan solo quedaban unos 3 Km. para llegar.
El albergue de Mercadoiro ha sido el más bonito en el que nos hemos alojado. Estaba rehabilitado en dos piezas, una era el albergue como tal, y otra el bar restaurante con un patio con mesas y una amplia llanura verde desde donde se veían las montañas.
La chica que lo atendía, nuevamente una desagradable, como todas.
Escogimos dos literas y conocimos a nuestros compañeros de cuarto, dos valencianos muy simpáticos con los que estuvimos reservando el resto de alojamientos hasta Santiago, con lo que a partir de este momento nos los fuimos encontrando todo el rato.
Nos fuimos a la terraza del bar y estuvimos allí hasta la cena. Más o menos sobre las 10 y media estábamos en la cama.

SABADO, 8 DE AGOSTO DE 2009.

Como sabíamos que ya nos quedaba poco, a partir de este día decidimos madrugar algo menos, así que nos levantamos sobre las 7. Bueno, sobre las 7 se levantó Pepe y se dedico a hacer ruido para que los demás nos despertáramos, estilo madre. Los valencianos seguían durmiendo. Desayunamos en el albergue lo de todos los días e iniciamos la jornada. El camino transcurrió tranquilo hasta que llegamos a Portomarin. A esta ciudad, otra de las grandes, se llega atravesando un enorme pantano a través de un puente, al final hay una especie de monumento con un montón de escaleras que llevan a una pequeñísima capilla, allí estaba Tito esperándonos que como siempre nos había adelantado. El camino se abría en dos, uno atravesando la ciudad y el otro bordeándola, el primero mas largo.
En las ultimas horas nos preocupaba el medio de transporte por el que regresaríamos a Madrid. Habíamos reservado billete de tren desde santiago pero tardaba diez horas en llegar, lo que no terminaba de convencernos. También habíamos barajado la posibilidad de volver en avión, pero no estaba nada confirmado. Optamos por atravesar la ciudad para buscar un sitio donde poder reservar de una vez por todas el viaje de regreso.
Primero subimos una empinada cuesta y enseguida llegamos a la plaza. Una ciudad grande en el camino es algo más de tres casas. En la plaza, un autobús estaba descargando a un montón de peregrinos, todos limpios y con andar recto que se incorporaban al camino en ese punto (¿No hay que hacer como mínimo 100 Km. para la Compostela?). Supusimos que serian senderistas dispuestos a hacer el tramo hasta santiago.
Encontramos en la plaza un ciber café donde poder conectarnos. Tardamos mas de media hora en poder reservar el billete de vuelta y al final nos decantamos por el avión. Ya más tranquilos, con todos los inconvenientes solventados, seguimos rumbo al siguiente pueblo. Tito perdió su sombrero de 9 euros y volvió a buscarlo pero ya había desaparecido.
Para salir de allí atravesamos un puente de madera muy largo sobre el pantano que a mi no me daba mucha confianza. Enseguida campo, bosques repletos de helechos y hierba buena. Altos pinos cubrían como una bóveda todo el camino de tierra. El sol seguía sin asomar, teníamos suerte. Nos cruzamos con varios chinos sonrientes, disciplinados con su tarea de peregrinar y que marcaban la sonrisa 200 metros antes de saludarte. Los chinos siempre tan amables, no como los ingleses y alemanes que les costaba mucho saludar. Andamos al menos 6 Km. por bosques y praderas, algunos tramos al borde de la carretera. El paisaje empezaba cambiar.
Paramos en nuevamente en bar y por primera vez me tome un bocadillo a media mañana en vez de café. Todos los bares que te encuentras están repletos. Los peregrinos agotados paran en cuanto ven un sitio donde sentarse. Mientras esperábamos que nos sirvieran aparecieron los valencianos que ya nos habían alcanzado. Seguimos.
Atravesamos un pequeño pueblo con una ermita con campana que cualquiera podía tocar, nosotros también tiramos de la cuerda, claro esta.
Me llamaron la atención los macizos de hortensias en las puertas de las casas y hasta en los bordes de la carretera, ya que es una planta delicada que mi madre se empeña en cultivar cada año sin ningún éxito. Nos hicimos fotos y se las envié por el móvil.
Comenzábamos, como todos los días a esas horas a estar cansados de tanto andar, también teníamos algo de hambre. La jornada tampoco resultaba demasiado bonita, mucha carretera y demasiada gente ya. Según te vas acercando a santiago, más y más peregrinos surgen como la mala hierba.
En el primer pueblo que encontramos, al llegar a un cruce, una especie de corral congregaba a un montón de jóvenes tocando la guitarra y cantando. Tenían una mesa de madera donde se podían sellar las credenciales y un expositor con varios panfletos en diferentes idiomas con oraciones a Santiago y una breve explicación de la vida del apóstol. Esta congregación de jóvenes Hippie-católicos, daba café gratis. Sellamos, dimos una limosna, cogimos un panfleto y le pedimos al chico que nos dijera donde comer. Nos recomendó que de los dos restaurantes que encontráramos, siguiéramos hasta el segundo.
De camino al lugar para comer, y como vi que tanto Pepe como Tito estaban demasiado cansados, yo también por supuesto, Cogí el panfleto y les empecé a leer la vida del apóstol, cosas que ni yo sabia, con el fin de hacer algo mas entretenido el trayecto y además aprender. Cada frase a fuimos apostillando y comentando y la conversación me resulto interesante. Hablar con pepe sobre espiritualidad siempre es interesante, porque apunta el lado material-científico que yo no tengo. Yo siempre tan espiritual y el siempre tan realista. A mi las conversaciones me gustan así y a el también, porque discutir con alguien que piensa igual no tiene sentido. Yo me había marcado varios objetivos al empezar el camino, uno de ellos era que evangelizar y espiritualizar a mi amigo, tarea que se según nos acercábamos a la meta me parecía mas y mas lejana. En fin, lo que no cabe duda es que al menos creo que se despertó su curiosidad por algunos asuntos. Ya llevaba una cruz colgada, por ser un regalo mío más que nada, y me dijo que le gustaría leer la Biblia, por cultura más que nada. Algo es algo.
Llegamos al restaurante muertos de hambre y cansancio.
El sitio donde comimos estaba muy bien, la recomendación había sido acertada. Dos platos abundantes, postre, café y buen servicio. Cuando terminamos estuvimos hablando con un peregrino que venia de Roncesvalles y estaba indignado por los últimos 100 Km. plagados de gente. Todos estábamos algo mosqueados con eso pero todos contribuimos de una manera u otra con ello.
Los últimos 9 Km. hasta llegar al final de etapa, fueron sobre todo para pepe, mortales. Tito camino como siempre ligero, yo estaba mal desde el día de fon fría y pepe remato en este tramo. Le dolían las piernas y los pies y estos últimos Km. le dejaron tocado para el resto.
De los 9, los últimos tres íbamos literalmente a rastras. Parecíamos las muñecas de famosa, rígidos, sin articulaciones y dando pasos de medio centímetro, con lo cual tardamos en llagar muchísimo al siguiente destino. Si nos parabas nos enfriábamos pero continuar a ese paso parecía no tener fin. Pero lo tubo, y llegamos al pueblo hacia las 7 de la tarde. Primero atravesamos un albergue que nos dio miedo porque los peregrinos estaban con las capa de lluvia puesta, sentados en el suelo apoyados contra los árboles en inmóviles, como si de una extraña moda se tratara. Parecía una película de terror.
Continuamos hasta el centro. Tito se perdió por el camino por no seguirme y entretenerse en no se sabe que, pero al final me encontró. Tampoco es que el pueblo tuviera mucha perdida.
Llegamos agotadísimos pero satisfechos. Habíamos hecho 30 Km. del tirón.
Teníamos reservadas dos habitaciones en Palas de Rey, porque no había otra opción. Era la primera noche que dormíamos separados. Tito y yo nos quedamos en una y Pepe escogió la individual. El hostal estaba muy limpio y tenía bañera. Yo tan solo me duché pero Tito hasta se dio un baño. Me estuve pinchando y curando las ampollas que me habían salido ese día y e metí en la cama. No aguantaba más.
Pepe bajó a por algo para cenar. Comimos un pequeño bocadillo en la habitación y con el último bocado nos dormimos. Santiago estaba cada vez mas cerca.

DOMINGO, 9 DE AGOSTO DE 2009

No es porque fuera domingo, en el camino pierdes un poco la noción de en que día vives; era tan solo porque estábamos cada vez mas cansados y porque el hostal había sido el mas caro de todo el trayecto, así que nos levantamos mas tarde que nunca, a las 7 y 45 .
Tito se despertó de mal humor, maldiciendo el camino y diciendo que no quería seguir, que esto no eran vacaciones; Además una calentura se le había instalado en el labio superior y no le dejaba dormir bien. Desayunó y se le pasó un poco el mal humor vespertino.
Durante el desayuno me asaltó la sensación de que estábamos llegando al destino y esto por un lado me alegraba (al fin descansaría y dejaría de madrugar), pero por otro me daba bastante pena, ¿ya esta?, ¿esto es todo?. De alguna manera quería mas.
Nada mas salir de la puerta del hostal nos entramos con los valencianos e iniciamos la jornada con ellos. Me hizo gracia como andaban con sus dos palitos y dando pasos cortos. Cruzamos a un grupo de peregrinos ruidosos que iban ya cantando desde por la mañana y con sus guitarras.
El paisaje cada vez resultaba mas parecido al anterior y a primera hora apenas si hablábamos, concentrábamos toda nuestra energía en caminar y avanzar lo máximo posible para que cuando nos diera el cansancio estuviéramos lo mas cerca posible del final de etapa.
Llegamos tras algo mas de 10 km al primer pueblo grande, que se llama Melide, donde nos recibió una ermita pequeña a la que solo entre yo. Pepe se quedó fuera y Tito se sentó en una piedra. Me llamó la atención que la gente entraba y salía solamente a sellar las credenciales y ni siquiera miraba al altar, una pena porque cada iglesia que se vista, cada capilla es una joya repleta de historia y pensé que la gente no valora casi nada estas cosas. Había una preciosa imagen de un Cristo casi descolgado de la cruz. Un brote espiritual me surgió al verlo. Sellé y continué la ruta. Al lado de la ermita vimos un mesón con flamenco a todo volumen (¿?).
Según caminamos hacia el interior de la ciudad nos invadió nuevamente la misma sensación que en Sarria: mucha gente, trafico, ruido… queríamos salir de allí cuanto antes, además había mercadillo y todo estaba abarrotado. Pasamos por delante de Casa Zacarías, lugar donde todo el mundo paraba y donde nos habían recomendado comer pulpo, el mejor de toda Galicia, pero estábamos tan agobiados que pasamos de largo.
Abandonamos el pueblo hablando de la cañada Real de Madrid, y un poco de política. Hoy el día estaba soleado, y el calor empezaba a agobiarnos, pero la ruta era bastante mas corta, solo 20 km. Teníamos idea de comer sobre las 2 y llegar a
Arzúa a media tarde. Tan solo nos quedaba la mitad.
El camino era suave, sin subidas ni bajadas, de tierra dura y cubierto de árboles. Se atravesaba algún que otro arroyo y tenia una bonita fotografía, sin embargo no llegaba ser tan espectacular como lo anterior, así que nos relajamos y seguimos a paso suave. Pepe bastante fastidiado, tocado del día anterior. Paramos en un lugar que tenia unas mesas de madera, tipo merendero, y en un momento apareció Raquel con otro chico murciano. Continuamos la ruta unos cuantos Km. con ella, hasta que vimos un sitio para comer.
El lugar estaba bien porque estaba cubierto con un toldo y en el suelo habían grapado césped artificial y aunque tardaron en atendernos nos dio igual, nos tumbamos en el suelo y descansamos. No había mucha gente, solo nosotros y otra pareja y el menú no tenia donde escoger: ensalada y carne. La otra pareja llevaba mas tiempo esperando y la sirvieron antes. Escuchamos a la chica hablar por teléfono con alguien sobre un billete de avión y como en el camino se pierde la vergüenza enseguida entablamos conversación. Nos contaron que eran de Barcelona y estaban casados; Marta y Nico se llamaban, e inmediatamente surgió la amistad. En el menú entraba vino, que nos bebimos, mas las cervezas, más un chupito que nos invitó el camarero, a las 3 y media de la tarde estábamos contentos los cinco. La cocinera salio varias veces a ofrecernos mas comida o bebida pero preferimos no repetir. La mujer tenia la misma cara y cuerpo que una actriz de la Serie “La señora” y además hacia el mismo personaje. ¿Sería la misma?
Marta es una chica de risa fácil, lo cual a todos nos encantó, aunque a Pepe en especial ya que le permite desplegar todas sus dotes cómicas. Nico parecía mas serio a priori pero no tardo en soltarse.
Nos estuvimos riendo de todo y Marta hasta se cayo al suelo en un ataque de risa. Continuamos caminando juntos hasta Arzúa, contando cosas y riéndonos.
Nos cruzamos con otro grupo que se había formado en el camino en el que iban murcianos, valencianos, andaluces y hasta colombianos y que habían llenado las cantimploras de Alvariño en casa Zacarías, así que iban bien contentos, mas todavía que nosotros.
Cuando llegamos a Arzua, Marta y Nico se fueron a su hostal y a nosotros nos recogió el dueño del nuestro. Era un señor raro, se atascaba al hablar y parecía algo “atontado”, pero muy amable y educado. El hostal estaba regentado por el y su madre, una mujer simpática y habladora que nos cayo muy bien y que tenia la habitación limpia y preparada. Vimos a los valencianos en la habitación de al lado y nos recostamos a descansar.
A las 8 llamamos al matrimonio y bajamos a tomar una cerveza a la plaza del pueblo, ya nos encontrábamos en el camino totalmente adaptados, cuando tan solo quedaban dos jornadas de viaje.
En la plaza nos atendió un camarero desagradable y luego con los catalanes nos tomamos otro chupito para terminar la noche. Mañana tampoco pensamos madrugar.

LUNES, 10 DE AGOSTO

Y así lo hicimos. Nos levantamos a las 8 y media. Ya había amanecido, pero nos dio igual, lo fuerte había pasado, hoy solo teníamos que hacer 18 km. Nada, o eso pensábamos.
Desayunamos en el primer bar que encontramos donde el colmo del desagrado estaba tras la barra. El bar no había sido limpiado de la noche anterior y la chica era sorda, muda o imbecil. O todo a la vez. Estuvimos a punto de marcharnos, pero como estábamos acostumbrados a estas mujeres desagradables, una mas …
Estuvimos lo justo para tomarnos el café y ponernos a andar. Esta vez no salimos del pueblo por carretera, sino directamente por camino. A los pocos metros nos cruzamos con un grupo religioso italiano que iban rezando el Rosario de la Aurora en su idioma y a algunos ciclistas les hizo gracia. Otras personas decían “¡una secta!”. A ninguno de nosotros tres nos llamó la atención, pero ¿Dónde estamos, en el camino o haciendo senderismo por la sierra?, ¿Dónde esta la gracia?. En fin, estos últimos cien km eran tan solo un parque temático repleto de turistas.
El camino se abría entre altos eucaliptos y el aroma era intensísimo. Cerré los ojos y aspiré con fuerza. Recordé el primer día, cuando me sorprendió el olor del amanecer y la tierra mojada. Ya solo quedaba un día y esto me sumió definitivamente en cierta tristeza. El paisaje volvía a enverdecerse y los helechos seguían llenando todo hasta donde la vista alcanzaba.
A mi, siempre pensando en negocios se me ocurrió la idea de comprar una casa rural y poner un albergue. Pepe me dijo que había visto un cartel y que se vendían casas por 15.000€. Una idea apasionante sin duda, que jamás cumpliremos.
El camino te apresa mientras estas en el, y de alguna manera te gustaría poder continuar aquí mas tiempo.
En algo menos de 5 Km., nos alcanzaron Marta y Nico y ya continuamos con ellos. Su compañía nos resultaba agradable. Atravesamos más y más aldeas, más y más bosques de eucaliptos.
De pronto me apeteció caminar solo. Había perdido en los últimos días, ese grado de reflexión que desde un primer momento fui buscando, así que caminé más rápido y me distancié de todos. Llevaba mis cascos y no me molestaba toda la gente que me iba cruzando, aunque inevitablemente el camino había cambiado. Había tanta gente que la mayoría ni nos sonaba. Muchos ya no saludaban, ni hablaban con nadie, nada más que corrían para coger albergue. Me dio pena y pensé que cuando vuelva a hacer el camino no lo haré en Agosto, quiero hacerlo con peregrinos de verdad. No es una tontería, los turistas baratos rompen la base del camino.
Caminé tan rápido que perdí de vista al resto, pero Tito me encontró en breve y seguimos los dos juntos hasta un bar. Pepe y el matrimonio llegaron después.
Se notaba que estábamos más tranquilos porque en desayunar se nos fue más de una hora.
El tramo fue agradable y relajado. Tito y yo nuevamente nos adelantamos al resto. A los pocos metros encontramos una especie de monolito dedicado a un peregrino fallecido en el lugar, y después otro. Me resulto interesante y lo fotografié. La gente dejaba monedas y ponía pequeñas piedras, algo que se había repetido en varios lugares del camino. Analicé la estupidez humana; uno hace algo y los demás lo repiten, porque no se que sentido tiene poner pequeñas piedras y monedas en cualquier sitio, salvo el de repetir lo que otros ya han hecho.
Cuando llegamos a una ancha carretera, mi intuición me dijo que no siguiéramos por el camino y que tomáramos la carretera para llegar al hostal. más que mi intuición era que ese era el primer pueblo grande que encontrábamos y que además ya andábamos por el km 18, es decir a 18 km de Santiago. Miramos para atrás y no vimos nada más que a un grupo de Filipinas rezando el rosario y más perdidas que Tito y yo. Le preguntamos si debíamos coger la carretera o seguir por el camino y ellas nos dijeron que no tenían ni idea. A lo lejos vimos una gasolinera y nos surgió la duda; estábamos agotados y por un lado ir a la gasolinera para luego volver no era plan, pero seguir por el camino y luego retroceder tampoco. Al final optamos por preguntar en la gasolinera y caminamos para allá. Mientras tanto, Pepe y los catalanes llegaron a la carretera, la atravesaron y continuaron por el camino sin preguntarse nada.
Llegamos a la gasolinera, preguntamos y nos dijeron que atravesáramos el pueblo por esa misma carretera hasta el hostal y nos olvidáramos del camino. Salimos y telefoneamos a Pepe para decírselo y cual es nuestra sorpresa que a Pepe le notamos mosqueado por el teléfono por no haberle avisado antes(¿¿¿???). No hicimos mucho caso porque estábamos cansados y además después de 8 días casi no habíamos discutido. Pensamos que el también debía estar muy cansado y por eso se habría mosqueado por tener que retroceder, pero cuando llego ya todo estaba pasado.
Le esperamos sentados en un jardín y fuimos al hostal.
Más que una hostal era una casa. Nos recibió un chaval y nos guió hasta nuestra habitación, una amplia buhardilla con tres camas.
Digo que era una casa, porque pasabas por el salón con sus fotos de boda y todo esto. Enfrente de la casa había un Eroski y decidimos comer, cenar y desayunar en la casa. Compramos, comimos y nos echamos un rato la siesta.
Yo no aguanté mucho y a las seis me fui a ver el pueblo, que no tenía nada interesante, solo una iglesia. La visite y estaba llena de gente, así que lo dejé para más tarde.
Al volver al hostal estuve hablando con el dueño, un hombre rural pero muy amable que me ofrecía ciruelas todo el rato. Daba gusto su compañía. Hablé con él de política, terrorismo y religión. Bueno, y del camino naturalmente.
Volví a la iglesia y aproveche para asistir a un oficio para peregrinos. No me gusto mucho. Sellé las credenciales de todos y cuando salí me encontré con Tito y Pepe que venían a buscarme.
Compramos unas cervezas en el Eroski y nos quedamos en el jardín del hostal hasta que anocheció, hablando con los valencianos que se hospedaban también allí.
Cuando nos puso un mensaje Nico a las 10 de la noche, nosotros ya estábamos en el segundo sueño.

MARTES, 11 DE AGOSTO DE 2009

Nos levantamos más pronto que nunca. A las 5 de la mañana. Y a mi me pareció que mas que madrugar, salíamos a media noche. Arca do pino esta a tan solo 18 Km. de Santiago, pero queríamos llegar antes de las 12 para asistir a la misa de peregrinos, donde teníamos pensado reunirnos con todos los peregrinos que habíamos conocido por el camino.
Bajamos a desayunar a la cocina de la casa, y a los pocos segundos apareció el señor de las ciruelas, con un plato de ciruelas claro. Estuvimos hablando con él mientras desayunábamos. Nos indicó por donde debíamos salir y nos dio un chupito de licor de café que nos calentó el estomago.
Cuando comenzamos a andar era de noche cerrada y tuvimos que hacer uso por primera vez de una linterna que tenía Pepe.
Primero cogimos una carretera, pero en algo menos de 500 metros nos introdujimos por el bosque.
No se veía ni por donde pisábamos y al mirar para atrás observamos un campo de linternas iluminando el suelo, de todos los peregrinos que también salían a la misma hora que nosotros.
Era otra experiencia nueva, caminar de noche por el campo. Tuvimos algunos problemas para encontrar algunas flechas y no equivocarnos.
Al ser Agosto el cielo estaba especialmente estrellado. Me gustó la sensación de mirar hacia arriba y ver esa enorme bóveda tan oscura y estrellada, algo que por lo general en Madrid es difícil.
Pensábamos que al ser tan solo 18 Km. y después de lo que llevábamos no nos iba a resultar muy duro, pero lo fue. El tramo tiene muchos desniveles, subes a lo alto de un monte para luego bajar. Caminamos entre pinares mientras amanecía y antes de que nos diéramos cuenta ya estábamos en Lavacolla, cerca del aeropuerto.
Nos esperábamos un tramo hasta santiago mucho peor, por carretera o algo así, pero de momento el camino transcurría entre montes y árboles.
Seguimos andando hasta la primera cafetería que vimos, ya era completamente de día, y todo el mundo paraba allí. En la terraza vimos a Marta y Nico y pocos segundos después apareció Raquel y sus acompañantes. Se notaba que quedaba poco.
No nos pudimos quedar a tomar café allí porque se acaba de ir la luz y no funcionaba la cafetera, así que decidimos seguir hasta otro sitio.
Cruzamos un río donde una mujer lavaba la ropa en el agua que debía de estar helada y todo el mundo le hacia fotos ante la indiferencia de ella.
Después de parar en el siguiente bar, nos quedaba algo menos de 5 Km. para llegar al Monte de Gozo.
Comenzaron a surgir peregrinos por todos los sitios. El camino estaba asfaltado y los mojones que indicaban lo que quedaba para llegar habían desaparecido.
En un momento mire hacia atrás y vi muchísima gente. Ande mas rápido y casi sin darnos cuenta llegamos al Monte do Gozo.
Este lugar se llama así porque desde allí, los peregrinos ya podemos divisar la Catedral de Santiago y esto llena de alegría. Está, como su nombre indica sobre una montaña. Un moderno monolito de piedra, recuerda a peregrinos ilustres, en especial al Papa Juan Pablo II. Es cierto que emociona ver la meta, aunque también es verdad que desacertadamente hay uno árboles tan altos que prácticamente tapan la catedral. Nos hicimos unas fotos, sellamos las credenciales y continuamos, no podíamos parar mucho porque queríamos llegar a la misa de 12. Del monte de Gozo a Santiago se baja por una carretera empinada y de allí se atraviesa un puente que da acceso a la ciudad.
Según pisas Santiago, un sentimiento extraño se apodera de uno. Te sientes algo aturdido entre la gente, cansado del viaje, ilusionado por llegar a la catedral, triste porque se acaba y todo ello mezclado.
Cuando entras a Santiago crees que ya estas en la meta pero hay casi tres Km. mas hasta la Catedral. Avanzamos silenciosos, cruzamos carreteras, parques y aceras, siguiendo los indicadores con la concha. Giramos en un edificio de piedra y hay estaba, gigantesca y apuntando al cielo la Catedral de Santiago. No puedo negar que un nudo se hace en la garganta al llegar a la plaza del Obradoiro.
Nos encaminamos al centro de la plaza, tiramos las mochilas al suelo y nos tumbamos frente a ella, cansados, satisfechos, tristes y alegres a la vez.
Una turista nos hizo una foto; es verdad que en la plaza del Obradoiro, el peregrino es una estampa típica. Estuvimos así algo más de diez minutos, observándola.
Es verdad que piensas que vas a sentir algo grandioso, como místico o espiritual y lo que sientes no es eso, es algo raro más que místico.
Cometimos un grave error que no me voy a perdonar y que me va a hacer repetir el camino (no hay mal que por bien no venga), y fue ir a recoger la Compostela a las 11:30 de la mañana, cuando para la misa de peregrinos, por la que tanto habíamos corrido le quedaba media hora para empezar.
En la cola para recoger la Compostela había muchísima gente. Gente que ni habíamos visto en todo el camino. A la primera que vimos fue a Raquel. Nos abrazamos y nos felicitamos por haber llegado a la meta.
Había algunos protestando nuevamente. Que porque no había mas gente trabajando allí, que mala organización. Discutí con un señor nuevamente, y le recordé lo que significa la Compostela y que todo lo que hay en el camino es gratis gracias a la iglesia.
Tardamos tres cuartos de hora a llegar a ventanilla. 12 y cuarto de la mañana. Cuando llegas una chica te pregunta que porque razones has hecho el camino y tus datos personales y en una hoja marcas con una cruz tus razones. Me llamó la atención que todo el mundo lo había hecho por razones religiosas, hasta los que se reían de los del rosario.
Estaba nervioso porque la misa había empezado. Cogí la Compostela y salimos corriendo y cual fue nuestra sorpresa que cuando llegamos a la catedral, esta estaba cerrada porque con la misa comenzada se nos permitía entrar.
Hable con un señor de la puerta y le pedí que por favor nos dejara pasar que éramos peregrinos y llevábamos 200 Km. a nuestras espaldas, pero el no cedió.
Me sentí mal, indignado con la iglesia por su actitud, la que critique. ¿Esta es la consideración al peregrino?¿este es el camino religioso? ¿O esto es un parque temático?
Cuando termino la misa y abrieron las puertas entre como una bala a la sacristía. Un cartel ponía “prohibido el paso”, pero a mi me dio igual, abrí la puerta y al primer cura que vi le eche la charla. Me dio igual porque no me hizo ni caso, pero me quede a gusto.
Mas tarde comprendí que tal vez, cerrar la catedral una vez empezada la misa de peregrinos, si que es un respeto hacia estos, ya que se impide que cientos de turistas inunden de fotos un acto intimo y dedicado solo a los que han peregrinado, pero deberían tener un poco mas en cuenta a las personas.
La culpa fue nuestra por haber ido a por la Compostela antes que a la misa. En fin, decididamente pienso repetir el camino.
El resto del DIA nos lo pasamos por allí. Entramos a la catedral, abrazamos al apóstol, visitamos su sepulcro, vimos Santiago, comimos y perdimos el tiempo hasta la hora de coger el avión.
La aventura se había terminado.




CONCLUSION
Volveré a repetir el camino.
Cuando lo comencé no sabia muy bien porque lo hacia. ¿Turismo?, ¿sentir esa transformación de la que tanto hablan?, ¿aventura?.Me deje llevar.
Poco a poco y según avanzan los días, comienzas a pensar y reflexionar varias cosas, te vas a adaptando al paisaje y al ritmo, y tu ritmo cambia.
El camino te retrae a las raíces, al hombre más primitivo. En el camino eres tu, tu bastón, dos prendas y el esfuerzo, y te das cuenta de que en muy poco, con tan solo eso ya eres feliz. La felicidad en el camino es una cama donde dormir, sentarte un ratito bajo un árbol o encontrarte todo el rato con un peregrino/a que has conocido apenas antes de ayer. Es lo básico y cuando llegas a una ciudad te sientes extraño, artificial. Llegar a Santiago es la meta, pero también es lo de menos.
El camino te enseña que toda la vida se puede resumir en esta aventura. A veces estas cansado, a veces feliz. A veces disfrutas con el paisaje, otras no; pero siempre hay algo dentro que te hace tirar para adelante.
Te sorprendes a ti mismo durante todo el trayecto. Te das cuenta de tus posibilidades, de tu capacidad y cuando llegas a casa todo es distinto.
Tu cama que antes te parecía demasiado dura, ahora es perfecta y ves exceso por todos los estantes. Mucha ropa, muchos libros, muchos Cds.
No voy a decir que el camino me ha cambiado, simplemente diré que este te enseña.

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