Ya nos avisaron el día anterior que al día siguiente por ser domingo no nos iban a dar de desayunar. Nos indicaron un lugar por el que salir sin cruzar el albergue y nos dieron las buenas noches. Sabíamos que hasta después de cuatro kilómetros no podríamos desayunar.
Ese día madrugamos poco. Queríamos llegar a Melide tarde para comer pulpo y albariño en Casa Ezequiel.
Nos levantamos sobre las 8 y media. Todo el albergue había madrugado más, salvo los de Valladolid que no daban muestras de vida.
Nos incorporamos al camino y enseguida empezamos a ver peregrinos extranjeros como salidos de la nada. No teníamos muchas ganas de hablar ni de nada porque íbamos en ayunas, pero caminamos en busca de un café y una tostada a paso ligero.
El camino de tierra y poco empedrado era bastante cómodo. Desde varias etapas atrás resultaba fácil caminar. También comenzaba a ser más feo. A poco más de un kilómetro nos cruzamos con el señor del carrito y su mujer. Estaban en un pequeño riachuelo mojándose los pies en el agua helada. Es un matrimonio simpático, que se ve que se llevan bien. La edad no la sabemos ni la preguntamos, es una indiscreción, pero suponemos que los 70 ya los tienen cumplidos. La mujer se quedo con mi hermana y con Inma, y el hombre y yo caminamos algo más rápido hasta pederlas de vista. Es un matrimonio de profundas convicciones cristianas y de los que hacen el camino por fe. Me contó que se trataba de la séptima vez que lo hacia, dando gracias a Dios por tantos dones. Me apasionó su forma de contarme su fe, su amor intenso hacia dios, el paso firme con el caminaba guiado por una fuerza interior que le hacia olvidar su edad. Me vi a mi mismo haciendo el camino con su edad…¿Llegaré?
Tras un tramo de subida le sugerí esperar a su mujer y mi grupo para continuar. Nada más llegar y tras unos metros encontramos el ansiado bar donde desayunar. El matrimonio se despidió de nosotros pero allí estaban el padre y la hija sentados en una mesa. Nos sentamos con ellos y Blas, tan generoso, no trajo el desayuno y nos invitó a café y tostadas. Es un hombre con un gran sentido del humor y una humanidad impresionante. Aprovechamos para preguntar a Helen sobre sus peripecias en África, dudas que nos habían surgido sobre ella, y amablemente nos contó su experiencia. Me dejó impresionado el amor con el que hablaba de aquella gente, la pobreza casi era un don para ella, y cuenta lo difícil que le resultó marchar de allí y volver a España.
Tras el desayuna continuamos la marcha con ellos. Caminar con esta pareja es una experiencia buena para nosotros. Paramos en una iglesia a sellar y a hacernos fotos. Blas hablaba con todo el mundo y estaba de un humor estupendo.
Por el camino se agregaron a la marcha otras dos peregrinas, Encar y Agueda, con las que fuimos haciendo algunas fotos, pero casi no cruzamos palabra.
Tras otros 8 kilómetros llegamos a Melide.
Como la otra vez, la ciudad me resultó agobiante. Mucho trafico tras tantos días de silencio, mucha gente, mucho asfalto, mucho todo. Seguimos las flechas y al pasar por delante de la pulpería paramos a probar el famoso manjar. Blas y Helen se marcharon porque querían r a misa de 12.
Pedimos una gran ración de pulpo y un botella de vino blanco. A los poco minutos aparecieron las dos chicas, y se sentaron con nosotros. Enseguida hicimos una amena conversación. Encar y Águeda son de Alicante. Nos contaron su experiencia del camino y me regalaron una oración que transcribiré al final de todo el relato porque resume muy bien lo que es el camino. Ambas estaban muy felices por la experiencia. Les comenté la plenitud en la que yo también me encontraba. Se crearon en ese rato, y con dos botellas más de albariño y otra ración de pimientos del piquillo, un vinculo que nos acompañó hasta Santiago y que espero que perdure en el tiempo.
Nos dimos cuenta de que era muy tarde para continuar, la 1 y media exactamente, pero con el animo exaltado por el alcohol y el pulpo nos pusimos en ellos. Visitamos alguna parroquia de Melide y continuamos rumbo a Arzúa.
Al tramo restante hasta destino lo llaman “el rompepiernas”, ya podéis imaginar porque: subidas y bajadas, subidas y bajadas. El sol comenzó a apretar con fuerza y a las tres de a tarde, en medio de una cuesta arriba y a treinta grados ya no podíamos con más. Miramos el plano y descubrimos que aun quedaban once kilómetros. La etapa se estaba convirtiendo en interminable. Decidimos parar a comer algo, aunque no teníamos hambre, y esperar que el sol bajara un poco.
En una terraza de un bar, bajo una parra, comimos unos bocadillos, preguntamos 20 veces a la desagradable camarera cuanto quedaba hasta Arzúa e hicimos tiempo hasta las 5 más o menos. Continuamos.
Decidí no parar más ya que estaba realmente cansado, y en cada parada me enfriaba y me daba más pereza continuar.
Hacia calor, pero era cuestión de no pensar en ello. Pasamos por Boente, Castañeda y Ribadiso donde la mayoría de los peregrinos se quedaban en el albergue, uno de los mejores del camino, pero nosotros continuamos un par de kilómetros más hasta Arzúa. Mi hermana y yo perdimos de vista a Inma y a las alicantinas pero nos dio igual. Subimos una pendiente fuerte y llegamos a Arzúa sobre las 6 y media.
El albergue vía láctea era enorme, como un hotel con recepción y todo tipo de servicios.
Nos dimos una ducha, esperamos la resto, salimos a comprar cena, cenamos pronto y nos acostamos sobre las 10. La experiencia de hoy nos dio la razón de que realmente teníamos que madrugar más. Llegar con este calor al albergue no podía ser bueno.
Te voy leyendo y se confirman mis impresiones. La gente, lo que la gente tiene que contar es lo que a mí me causa más curiosidad del camino. Por supuesto está el paisaje y los momentos de contemplación y de estar con uno mismo, pero las escenas que nos dejas de las cenas, todos juntos y felices, con la lengua desatada, me hacen sonreír y querer estar allí.
ResponderEliminarTe sigo, aunque mejor no me esperes en el próximo albergue ;)
¡!Vaya! en Galicia, toda mi familia es gallega, menos yo que nací, ahora Malabo, una colonia española.
ResponderEliminarVas a verlo, mis ascentros, apellidos Caamaño Cubeiro. Buen lugar de vacaciones y, buena temperatura...
Buen texto, me ha gustado y trasnportado.
besossss
Es que con el calor el camino tiene que ser una jodienda, yo lo hice a primeros de diciembre, y sienta de maravilla, sinceramente, lo malo que las etapas tienes que hacerlas más rápido, el día se te hace cortísimo, y siempre hay que llevar algo más de ropa de abrigo, una ropa que a los pocos minutos de empezar a caminar te la tienes que quitar... pero bueno... sigo leyendo los dos post que te quedan.
ResponderEliminarBicos Ricos