Decidimos madrugar algo más, aunque no con mucho éxito, por que al final nuevamente salimos pasadas las 8 de la mañana. Desayunamos bien en el albergue junto a Blas y Helen. Estaba amaneciendo y no hacía nada de frío.
Comenzamos a andar atravesando la pequeñísima población de Gonzar y una cruz de piedra que aproveché para fotografiar y que hoy ilustra la entrada. Enseguida nos adentramos en un bosque repleto de eucaliptos y pinos. Los peregrinos desde Sarria iban en aumento y ya mucha gente ni siquiera nos sonaba. Nuevamente caminé en silencio pero al lado de mis chicas. Íbamos concentrados en lo nuestro. Poco a poco nos íbamos adaptando al camino, al silencio, a las pausas. Pequeñas subidas y bajadas, un paisaje bastante parecido todo el rato pero suave y cómodo. Sobre las diez de la mañana nos cruzamos con el grupo de catalanes que conocimos un par de noches antes en el albergue. Sin saber por qué, me enfrasqué en una conversación envolvente con uno de ellos, Carlos, y comenzamos a caminar tan rápido que perdimos de vista a los demás. Durante más de tres horas no recuerdo que pasó con el paisaje, ni si estaba cansado o no. Me sentía tan a gusto con ese chico que no me di cuenta de lo que pasaba alrededor. Me estuvo contando anécdotas de su camino, desde el primer albergue y enseguida comprendí que era de los míos, de los que ve la vida como yo. Pasamos por maizales y campos labrado mientras el sol calentaba más de la cuenta, hasta que vimos el cartel que indicaba la población de Palas de rei. Allí se quedaban ellos, nosotros continuábamos hasta Casanova. Mientras esperábamos a su grupo y el mío nos tomamos una cerveza en la primera terraza que encontramos. Allí me contó sobre su profesión y algo de su vida. Al rato aparecieron los demás y nos separamos nuevamente. Sin darme cuenta tenia un nuevo amigo mas allá del peregrinaje.
Desde Palas a Casanova caminé con las chicas que ya iban algo cansadas, yo ya me había adaptado al camino.
El albergue donde nos alojamos se llama Casa Domingo, uno de los mejores de los escogidos para el camino. Nos hizo ilusión encontrarnos allí con todos los peregrinos que a lo largo del camino fuimos conociendo. Un lugar perfecto y muy bonito del que dejo enlace por si alguna vez os animáis.
Como decía nada más entrar nos encontramos con la pareja de Albacete y los sevillanos. El matrimonio catalán de Banyolas con los que coincidimos en el primer albergue, con Helen y su padre y con el grupo de Valladolid. Me di cuenta de lo feliz que me hacia juntarme con todo esa gente esa noche.
Comimos algo ligero y reservamos espacio para la cena que se daba a las 8 de la tarde.
Me eché un rato la siesta y luego salí al jardín. Una extensa explanada de hierba donde pastaban vacas. Me encantó el lugar.
La cena fue algo parecida a una boda medieval. Nos pusieron a todos juntos en una mesa, mas de 15 personas y tras una abundante comida, nos reímos y compartimos dos horas donde nuevamente me sentí pleno.
Con que poco se puede ser feliz en el camino.
Sobre las diez se fueron todos a dormir. Inma y yo nos quedamos con los chicos de Valladolid hasta las 11 y media viendo las estrellas y riéndonos de los chistes que contaban. Otra vez la velada fue espectacular. Me hubiera quedado con ese día como el mejor de todo el camino.
Primero pedir perdon por no contestar a los comentarios que me fuisteis dejando en las anteriores entradas, pero me costaba mucho conectar a internet, de hecho no pude seguir actualizando el blos sobre la marcha.
ResponderEliminarSegundo por el retraso en terminar mis peripecias por el camino. Como bien digo la conexion a internet era casi nula y he tenido que terminarlo ahora.
Gracias por leerme.
El camino que yo hice, y en las fechas que lo hice no tenía tanta gente, no habían tantas posibilidades, yo creo recordar que lo más tarde que me llegué a acostar fue un miércoles a las 10 y media de la noche, y porque había fútbol y ya lo conté, había tenido un día de lo más ajetreado, teniendo que volver a mi pueblo y coche, y luego cogerme un tren de vuelta...
ResponderEliminarBicos Ricos