En Barbadelo dormimos bien, muy bien.. Eso de tener una habitación para nosotros mismos... Se nos paso la noche volando y a las 7 sonó el reloj. Desayunamos con los catalanes y los de Valladolid y comenzamos a andar. La niebla estaba espesa y hacía algo de fresco. Nada más salir del pueblo nos adentramos en un bosque que parecía mágico. La niebla envolvió los arboles que se cerraban cada vez más sobre nuestras cabezas. En varias ocasiones cerré los ojos y los volví a abrir porque mis sentidos no eran capaces de asimilar tantas sensaciones: la humedad, el paisaje, el sonido del arroyo, el crujir de la tierra bajo mis pies. Quería disfrutar el momento y caminé algo más rápido para alejarme del grupo. Mil cosas se me pasaron por la cabeza ante el espectáculo de la naturaleza y la artificialidad de la ciudad. No hay cuadro ni museo capaz de acercarse a lo que mis ojos estaban viendo. Durante más de 10 kilómetros caminé pensando en cosas y a ratos en nada. Esperé a las chicas para tomar café en un lugar donde nos encontramos a los vallisoletanos que nos informaron de una piscina en Portomarin, fin de su etapa.
El día comenzó a abrir entre bosques y caminos y en uno de ellos apareció Jesús, un vasco que conocimos en Triacastela, comenzamos a hablar de política y otros asuntos y casi sin darnos cuenta estábamos en Portomarin. Cruzamos el puente sobre el río y nos sentamos a esperar a las chicas. Aparecieron cansadas y con bastante calor, todos los estábamos. Sugerí comer allí y hacer una pequeña trampa en taxi para llegar hasta Gonzar, ocho kilómetros mas adelante. La primera propuesta fue acogida por todas, la segunda no. Subimos hasta la plaza y consensuamos seguir caminando sin comer.
Inma y yo cada día íbamos acercando posturas, así que caminamos los 8 km restantes, eso si sin la mochila, que mandamos en un taxi. Para colmo, tan enfrascados como estábamos en nuestra conversión, no nos dimos cuenta de la flechas y nos equivocamos. Terminamos guiados por el GPS del Iphone para regresar al camino, así que no sé lo que andamos...
El albergue de Gonzar nos sorprendió gratamente, pero el pueblo era la mínima expresión de civilización; un albergue, un cementerio y una casa. No había cobertura ni tele ni nada. Ni falta que nos hacia. Como compañeros teníamos a una pareja de Albacete y otra de Sevilla. Allí también conocimos a Helen y Blas, padre e hija que hacían el camino juntos. Sobra decir que a las 8 de la tarde nuestras mesas estaban juntas y la cena compartida por todos. No sabría muy bien como describir ese momento: ¿Cómo alguien que acabas de conocer puede convertirse en tu familia esa noche? Me enzarcé en un apasionante diálogo con Eva, la chica sevillana, sobre el alma, Dios y otros asuntos; y terminamos hablando de política con Blas, con motivo de adelanto electoral.
A las once y media de la noche decidimos retirarnos a dormir tras otra apasionante velada.
De verdad te envidio, tengo tantas ganas de caminar por el bosque, acampar, o simplemente ir de día de campo.
ResponderEliminarque lindo día has pasado, lo mejor es que has sabido valorarlo y conservas esa capacidad de asombro y respeto ante la naturaleza.
saludos!!
PD. me gusto la música de fondo, muy buena
Recuerdo en mi camino como nos encontramos desde los primeros kilómetros con la Tía Josefina, su sobrino y su mujer, ellos nos acompañaron gran parte del camino, aunque tampoco quisimos intimar demasiado con ellos, y escapar a otros albergues con tal de no escuchar sus ronquidos por las noches... hasta el final del camino nos los encontramos.
ResponderEliminarBicos Ricos
Qué bueno y necesario es poder atestiguar encuentros que nos alimentan día a día.
ResponderEliminarLa vida es eso. Un encuentro.