sábado, 14 de noviembre de 2009

TERCERA Y ÚLTIMA


Ancianos. Tercera edad y última, porque ya no hay cuarta. Si llegas ahí, has llegado lejos.
Frecuentemente voy a visitar a un familiar alojado en una residencia y con la cabeza casi perdida. ¿Dónde estarán todos sus recuerdos? ¿Dónde quedaron sus ilusiones, sus proyectos y hasta su voz?
Cuando me siento a su lado la escucho respirar. Antes no paraba de hablar. Cuando era más pequeño y ella aun conservaba la cordura, había veces que le pedía que se callara porque siempre estaba contando las mismas batallas; Ahora pagaría por escuchar de ella una frase completa y coherente. Ella, que tanta guerra dio, esta ahora en una silla frente a la ventana
iluminada por el sol que se posa cálido sobre su cabello cobrizo. Aun conserva su coquetería, o más bien se la conservan los demás.
Me fijé en sus manos la última vez que estuve. Apenas si son huesos y algo de piel. Recordé

cuando me llevaba al campo a recoger cardos para cocinar. Sus manos que todo lo pudieron y sus piernas que ya no pueden caminar, han recorrido el mundo entero. Ha vivido el amor, a su manera. A sufrido el hambre de la guerra. La muerte de sus padres, de su marido.
Su voz, que ahora no sabe pronunciar más que monosílabos, antes narraba las más bellas
historias. Me hablaba de la cartilla de racionamiento, Me contaba su boda con todo lujo de detalles, y describía a sus padres con tanto amor que aunque nunca los conocí es como si aun estuvieran. Recordaba su casa del pueblo, aun lo hace, y algún amor de juventud.
Es de lo único que parece acordarse ya, de sus padres, de su niñez. Igual que si la estuviera viviendo ahora mismo. Como si la vida fuera un circulo y al final, en el ultimo extremo, se juntara con el primero, con la niñez.
¿Cuánta vida queda en sus ojos transparentes. Claros. Completos? ¿Cuántas cosas les quedan por mirar?
Cuando llego sonríe, y me conoce. Eso, tan solo eso. Unas horas es lo único que le puedo ofrecer, y un beso al despedirme, una de las pocas cosas que aun no ha olvidado porque se señala la mejilla con el dedo.

No sé porqué, pero tengo debilidad por la tercera edad. Todos los sentimientos y emociones que no me provocan los niños, me lo provocan los ancianos. La sensibilidad de su vida, de una vida que se perderá en el tiempo.
Es una suerte llegar a viejo. Es una suerte poder vivir tanto. Y es una suerte para nosotros poder compartir con ellos todo lo que nos ofrecen. Sacar un poco de tiempo y aprender, porque algún día, si llegamos, seremos nosotros los que miraremos el mundo a través de unos ojos a punto de marchar.

Va por ti Tía.


9 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  2. Has utilizado todas las palabras que pudiéramos poner aquí.Gracias

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  3. Creo que después de tu entrada no hay mucho más que añadir.

    Es una lástima ver a nuestros mayores deteriorándose cuando envejecen, impotentes para evitarlo y sólo pudiendo darles unos breves segundos de nuestro tiempo para intentar que vuelvan a sonreír. Es la vida, pero nadie dijo que fuera agradable. Demos gracias que han llegado hasta aquí y no se han quedado por el camino como muchos otros ya hicieran.

    Un saludo.

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  4. Gracias por opinar, cualquiera que tenga un anciano cerca, puede comprender la ternera que inspiran.

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  5. Ojalá eso fuera cierto y todos se concienciaran, pero temo que hay muchos ancianos que quedan apartados y al final olvidados en asilos. No hay sitio para ellos en la sociedad actual o al menos en las ciudades. En los pueblos aún es diferente (y que siga así mucho tiempo).

    Allá cada uno con su conciencia. Ya llegarán a ancianos.

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  6. Claro, por desgracia es así. Me refería a personas con un poco de conciencia. Es cierto que hay ancianos prácticamente solos. Las residencias es otro tema.Yo personalmente siempre las critiqué, sin embargo hay situaciones, donde tener un anciano en casa, es casi imposible. Hoy en día muchas residencias son hoteles de 5 estrellas. El tema está en que ellos se sientan queridos, en su casa, o en una residencia.Pero...

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  7. No podría expresar mejor lo que yo sentía por mi abuela, me he visto reflejada en tus palabras y me he emocionado. Me alegra saber que aún queda gente con tanto respeto hacia los ancianos, me ocurre los mismo que a ti, me inspiran mucha ternura.

    Un saludo

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  8. Lo que sientes cuando vas a ver aIsabel lo he sentido yo hace unos pocos años. La mente vuela delante de esas personas que recordamos en su plenitud y que ahora practicamnente ya se han ido....aunque tu dices que aún te sonrie cuando llegas, eso es mucho, es su cerebro aún estás....pero la decrepitud que enorme tristeza, duele mucho.....
    Saludos.
    Por cierto, está muy bien esa idea que has tenido de ir poniendo enlaces. Muchas gracias por compartir:-)

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  9. Gracias a vosotros por tanta sensibilidad ante estos temas.

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