domingo, 20 de febrero de 2011

Tonto

Esta mañana me he levantado con una certeza absoluta. Es algo que llevaba tiempo barruntándose en mi mente pero que me negaba a asimilar con normalidad. Pero hoy, nada más abrir los ojos, me he dicho, ya esta bien de negar la evidencia. Un problema no se resuelve hasta que no se asume que se tiene y para colmo el tuyo no tiene solución: eres tonto. Tonto de solemnidad, subnormal profundo que se viene llamando.
Con mi nueva asumida condición de tonto he salido a la calle a observar el mundo desde esa perspectiva, y cual ha sido mi sorpresa al darme cuenta de que no era el único, que el mundo esta repleto de tontos que nos identificamos unos a otros.
A tontas y a locas he llamado a uno de mis mejores amigos y le he dicho que el también era subnormal. Le he notado algo molesto por la insinuación pero me ha colgado cuando le he contado que no era una insinuación sino una certeza. Ese chico es tan tonto como yo, pero aun no se ha dado cuenta. Desde mi nueva realidad no me ha parecido mal que me colgara, cada uno necesita su tiempo para asumir las cosas, yo ya he dado el paso de advertirle, como unas semanas atrás hicieron conmigo, y ahora me siento mucho más feliz.
Si, me lo dijeron varias personas a las que quiero y admiro ( no es para menos, ellos y ellas no son tontos como yo) me dijeron: “chico, en tu trabajo te están tomando el pelo y no te das cuenta, eres tonto”.Utilizaron la palabra tonto, de eso estoy seguro. También me lo advirtió un desconocido que casi me atropella al cruzar el Paseo del Prado con el semáforo para peatones a punto de ponerse rojo. Sacó la cabeza por la ventanilla y me dijo “¡Subnormaaaaaaaal!”, y la “a” se alargo a la misma velocidad que el coche se alejaba.
Comencé a pensar que tanta gente no podía equivocarse. Desde siempre me han dicho ”de bueno eres tonto“. Mi compañero de piso dice que siempre estoy haciendo tonterías, y lo fuerte es que me lo dice mientras le entra la risa tonta ¿Será tonto él también? En cuanto lo vea se lo digo. Y así podría exponer infinidad de casos de buena gente que, por mi bien, me ha advertido de mí subnormalidad. .
Visto lo visto no me quedaba otra que asumirlo, si además añado las veces que hago el tonto por gente que no se lo merece. Creo que ahí es donde radica el germen de esta condición, pero es lo que tiene ser tonto.
La tontuna te da como sabiduría frente a la vida; es un privilegio de cara a los demás que alguien que no es subnormal no puede tener. Como mi amigo ha rechazado mi ayuda de primeras colgándome el teléfono, he probado a identificar otros tontos a quien poder ayudar, mientras he practicado a ver que tal se me daba poner en practica mi propia personalidad. He pedido un café en le bar de enfrente y he probado a hacerme el tonto e irme sin pagar, pero el camarero que no es tan tonto como yo, me ha identificado y me lo ha cobrado antes de servirlo, va a ser que a final no se saca tanto provecho de esto.
En mi afán por demostrar lo orgulloso que me siento y ya que no puedo celebrar “el día del orgullo tonto” por que aun no se ha establecido en el calendario (aunque estoy seguro que hay más tontos que gays, cuando el individuo en cuestión no reúne las dos condiciones en la misma persona) por la tarde he quedado con la persona que más me gusta ahora y que además me hace caso, para ponerme tonto, tontear que se viene llamando y que es la actividad favorita de la gente como yo.
Y con eso he llegado casi a la noche. En el gimnasio he visto a un montón de tontos, los he contado y me han salido quince, a tres se lo he dicho por que los conozco, pero no de sopetón. Se lo he soltado sutilmente, en plan “que raro estas hoy, te noto como tonto”. No lo han negado ni se lo han tomado a mal, así que supongo que acerté. Ya de paso les he dicho que aparte de ellos también había notado tontos a otros doce, que si podían decírselo ellos si los conocen.. Al final del día he llamado tonta a mi madre, a mi hermana y a mis dos sobrinos pequeños, más que nada por que seguramente todo esto es algo genético que se hereda y se transmite. No me han hecho nada de caso, creo que aun no se han parado a pensar … Es lo que tenemos los tontos, que vivimos a tontas y a locas.
Casi no he podido dormir, estaba nervioso por empezar un nuevo día como tonto asumido, pero al despertarme mañana creo que la condición de subnormal se va a quedar algo oculta, por que me he dado cuenta durante la noche de que también soy universal; tonto y universal, pero eso lo contaré en el próximo post cuando haya vivido un día entero como tonto y otro como universal y al menos lleve ya una semana como tonto universal, como la historia y la geografía que estudiábamos en el colegio.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Un día de lluvia perfecto


Hoy el viento ha torcido el paisaje de Madrid. Me asomé a la ventana y vi los árboles de un lado a otro y un montón de gotas resbalando por el cristal.
Me gustan los días lluviosos por que sirven para todo. Son días fantásticos para quedarse en casa, con la calefacción puesta y un buen libro en la mano, el café calentito sobre la mesa y, por ejemplo, Peter Broderick de fondo, con su sutil melodía de piano.
Me asomo a la ventana y la abro de par en par. El aire es frío y unas gotas pequeñas me han humedecido el rostro. Uno de los mayores placeres que le puedes dar a los sentidos es el olor a
tierra mojada que deja la lluvia.
Me he imaginado Madrid; los cafés del barrio de Huertas llenos de gente, ya no puedo decir que con humo. Las calles reflejan en charcos la vida que cruza por encima. No sé si quedarme en casa o salir a la calle. ¿Qué tal un paseo por el cementerio de San Lorenzo?.Me parece una idea tan estupenda que no puedo evitarla. Me pongo mi abrigo negro, cojo un paraguas y me marcho a pie hasta el lugar. San Lorenzo me apasiona. No hay nada tan excitante como perderse entre las tumbas cobijadas por cipreses centenarios. Leer sus epitafios, tan rotundos y potentes. Perderse entre patios y capillas, entre ángeles y vírgenes que lloran desoladas a sus difuntos, petrificadas sobre la losa que los habita.
Pensar en la finitud de la vida en un cementerio es tan excitante como luego plasmarlo en un blog para que los demás se enteren. ¿Qué quedará de nosotros cuando hayamos muerto?¿Solo una lápida?¿un recuerdo?. Creo que es buen tema para mi próximo post, tal vez lo desarrolle, se me ocurre pensar.
Me gustan los días lluviosos. La mañana se me fue entre tumbas y nichos, entre cipreses y esculturas funerarias, pero al salir a la calle sentí tanto frío que me metí en un café. La lluvia ha vuelto a sacudir con fuerza después de la tregua que me dio para pasear solitario por el
cementerio, donde no me encontré ni al sepulturero, cobijado seguramente de la lluvia. También me gusta la soledad cuando la escojo. Me gusta pasear por Madrid, pararme donde quiero, pensar en mis cosas, retorcer mis argumentos con un soliloquio infinito.
Si, parece que este post es contrario al anterior, o que he cambiado tanto que todo este mundo oscuro que siempre me ha gustado, ha dejado de hacerlo. Nada mas lejos.
La lluvia me gusta, mucho más que el sol. Me relaja, me hace encontrarme conmigo.
En la cafetería no había nadie, solo yo y un señor bastante mayor y con ganas de hablar que me ha servido un café fuerte, potente. Me ha preguntado si venía del cementerio, si tenía alli algún familiar al que visitar. No, le contesto yo, lo visito por placer, porque me gusta el paisaje. Sonríe y me comenta que él lo ve todos los días desde el cristal de su cafetería. Me dice orgulloso que tiene propiedad allí y que allí irán aparar sus huesos. Le hablo de mí afición por el arte funerario y me encuentro con otro aficionado, aunque no tanto al arte. Me comenta que le relaja limpiar su lápida, ir de vez en cuando a conversar con sus muertos. Su mirada se pierde un poco en no se sabe donde. Entablamos una conversación tan interesante que me da pereza irme, pero la hora de comer llega.
Me despido de él prometiéndole volver cada vez que visite este cementerio, y vuelvo a casa. Noto caer las gotas de lluvia, ya no tan suaves, sobre mi paraguas negro. Piso charcos, me sonrió. Veo deslizarse el agua como pequeños ríos directos a la alcantarilla. Ha sido una mañana perfecta de lluvia, cafés y cementerios. En casa, Unamuno me espera sobre la mesa. Le escogí esta mañana para leer alguno de sus párrafos, los que marqué hace años para releer algún día.
Me siento bien.
Por fin soy yo.

Tal vez te interese visitar mi post sobre San Lorenzo y SanJosé, Pincha aqui, o el artículo en Suite101

lunes, 7 de febrero de 2011

Cosas que hacen que la vida valga la pena


Al igual que con un sólo click podemos detener el tiempo en una foto, con un sólo instante de felicidad podemos sentirnos satisfechos para todo el día. Un solo instante cada día que nos hace felices las veinticuatro horas restantes.
Este fin de semana, aprovechando el respiro que nos ha dejado el invierno, decidí irme al campo a respirar aire limpio. Un poco cansado de Madrid y de la gente que lo habita, que mejor que un respiro entre los árboles secos e invernales.
Lo primero que hice al llegar a la casa de la sierra y bajar del coche, fue respirar aire limpio, mirar al cielo tan azul y dejar que el sol me llenara de vitaminas. Me sentí feliz. Tenía por delante unas cuantas horas para no hacer nada y esto me hizo pensar en las pequeñas cosas que hacen que la vida valga la pena; y en mi caso hay tantas, que podría decir que todo lo que me pasa vale la pena vivirlo, hasta lo malo.
Y es que últimamente, en este ataque de hedonismo que estoy padeciendo de un tiempo a esta parte (¿ padecer es la palabra correcta?) he aprendido a disfrutar de cada momento, del ahora, sin pensar en mañana o antes. Solo el ahora. Y ahora estoy bien. Me gusta la gente que me rodea, mis amigos, los que están siempre o aquellos que después de unos cuantos años vuelven a hacerme reír. Me gusta la gente que acabo de conocer, gente nueva con quien empezar a compartir cosas nuevas. Me gusta mi familia y mi casa, mis hermanos y mi gente.
Me gusta mi vida y esto me hace sentir cada vez mejor.
He descubierto todo un mundo de placeres, que ni engordan ni son indecentes: hablar por hablar, reír sin más, no sufrir por nimiedades ni plantearme un futuro que nunca sé como va a acabar; simplemente disfrutar del momento.
Sé que muchos dirán que ahí esta la clave, que se sabe de hace tiempo; el problema es que poner en práctica la teoría muchas veces cuesta demasiado: uno sabe lo que hay que hacer para ser feliz, pero no es capaz de ponerlo en práctica, hasta que un día una iluminación casi mística, nos dice: por ahí vas bien.
Y ahora voy bien; a pesar de la basura de la que hablaba la semana pasada y de la que no quiero desprenderme, o de las comeduras de tarro que el futuro nos plantea; a pesar de todo, ahora voy bien.
Bien, porque he aprendido a reírme en un bar con un amigo, a tumbarme al sol sin hacer nada, a mojarme cuando llueve sin miedo a un resfriado. He aprendido a valorar un mensaje de quien menos te lo esperas, una llamada, un momentito de amor aunque sea frágil y perecedero.
Aprendí a dejar que esa misma lluvia se llevara mis traumas y problemas, a que todo lo malo me importe un poquito menos.
Ahora me quedo con los pequeños momentos, los instantes fugaces que a uno le hacen más feliz, sin pensar en luego, porque el luego es inexacto. No existe.
Me guío por impulsos eléctricos, poco meditados, lo justo para no caer en trampas.
Me río si hago reír a alguien, si sorprendo a cualquiera con mis actos. Me paso varios días de felicidad si para alguien soy importantes. Me quedo atontado pensando en las vacaciones, en volver a nadar en el mediterráneo en el agua calentita de Agosto.
Un beso inocente o no, una caricia de quien menos te lo esperas; una mirada, una película, una obra de teatro, un buen libro o un amigo de otro país; Una canción que te recuerda los quince años, una solicitud de amistad en Facebook, un concierto, una noche loca, una tarde en casa bajo la manta viendo películas de terror. El olor del guiso de mi madre. Mi blog. La risa y el llanto de mis sobrinos...Un sinfín de cosas, situaciones y personas que hacen que la vida valga la pena.
He escrito al respecto de esta entrada en la revista suite101. Si quieres ver mi artículo pincha aquí o sobre mi foto en el lateral del blog.

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